Tus zonas sagradas by Wayne W. Dyer

Tus zonas sagradas by Wayne W. Dyer

autor:Wayne W. Dyer [Dyer, Wayne W.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Autoayuda
editor: ePubLibre
publicado: 1975-06-15T00:00:00+00:00


El muro es el ego que construimos. Nos encarcela en la mazmorra de la frustración. Fíjese en que Tagore usa la expresión «verdadero ser» para describir a aquél a quien el ego le impide alcanzar su conciencia. El ego es lo opuesto de ese verdadero ser. Es el ser falso.

Esta idea ha estado en nosotros desde que empezamos a pensar. Nos envía mensajes falsos respecto de nuestra verdadera esencia. Cuando la escuchamos sin adoptar la posición del observador, penetramos en las tinieblas. Hacemos suposiciones en torno a lo que nos hará felices y acabamos frustrados. Nos esforzamos por hacer valer y acrecentar nuestra propia importancia, cuando lo que anhelamos es una vida más profunda y rica. Caemos repetidamente en el vacío del egocentrismo, sin saber que lo único que necesitamos es bloquear la falsa idea de quiénes somos.

2. El ego le quiere aislado. El ego quiere convencerle de que crea en la ilusión de que está aislado. Con cada dolorosa experiencia de soledad, el ego se hace fuerte. Esta falsa creencia la refuerza de manera constante nuestro entorno cultural.

Convencidos de nuestro aislamiento, vemos la vida como una competición. La competencia aumenta la sensación de estar aislado de los demás y fomenta la ansiedad por lo que hace a nuestro lugar en el mundo. Incapaces de vernos conectados con la suprema inteligencia, la energía de Dios, nuestra ansiedad aumenta y nuestra sensación de soledad nos impulsa a buscar conexiones externas.

La sustitución de conexiones externas por conexiones internas es lo que intentamos hacer mediante la demostración de que somos mejores que otros. La necesidad de demostrar mejor aspecto, conseguir más cosas, juzgar a los demás y encontrar defectos, son todos síntomas de la creencia errónea de que estamos desconectados y solos.

La idea de que estamos solos comienza en un momento temprano de la vida. Sin alguien que nos presente un modelo de vida interior más rica, crecemos experimentando el dolor de la soledad, las heridas y las censuras de nuestros iguales, todo lo cual intensifica la sensación de estar aislado.

El ego se hace cada vez más fuerte en la medida en que integramos en nuestro ser la creencia de que somos seres aislados. Llegamos a convencernos de que la vida física es lo único que hay; pasamos muchísimo tiempo creyendo que somos mejores que otros; nuestra filosofía al relacionarnos es la de ser los primeros en obtener lo mejor de la otra persona. La falta de propósito y significado en la vida se suple con la creencia de que uno nace, compra, sufre y se muere. Puesto que esta ilusión del ego es lo único que existe en la vida, luchar por lo que uno quiere y derrotar a los otros configura el eje de nuestras vidas.

La asunción del aislamiento es tan profunda que convencer a alguien de lo contrario constituye una empresa de grandes proporciones. No obstante, usted, en su fuero interno, sabe si lo que acaba de leer le describe o no. Y puede tomar la decisión de no continuar permitiendo que su ego le mantenga apartado de su yo espiritual.



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